18 diciembre 2006

Una noche en la lucha libre



En lucha libre se mezclan la tradición nacional y de la cultura popular.
Foto: Leonardo Licea

Por Eloy Caloca Lafont*

La reja de protección se atiborra de puños y gritos. Niños y amas de casa amarran el reverso de sus máscaras sin perder un segundo del encuentro. Se respira un ánimo sin igual esta noche. Podría haber ido a la ópera o a alguna función de teatro experimental, pero terminé aquí, en medio de un cúmulo alebrestado que a una sola voz engalana la presencia de paladines enmascarados que se avecinan al cuadrilátero buscando encabezar la victoria. Durante el día se confundirían con cualquier individuo, mas en la noche son semidioses coloridos que entre llaves, vuelos magnificentes y apretones han ganado un lugar en el folklore mexicano contemporáneo.La lucha libre en México, surgida alrededor de los años cuarenta, nace con paladines enmascarados sencillos y caídas burdas en pequeñas arenas circenses en la Ciudad de México. Con el tiempo, la Arena México se convertiría en el santuario de la lucha nacional con leyendas como El Santo, Huracán Ramírez o Mil máscaras y un crecimiento publicitario sin precedentes que incluiría películas, carteles y souvenirs, como camisetas, máscaras y réplicas de plástico. Cabe destacar que, en este curioso curso histórico, la lucha queretana no se queda muy atrás. Querétaro ha desarrollado afición e identidad propia en cada Lucha de Martes o Domingo en la Arena Querétaro (Felipe Ángeles # 92, Colonia Desarrollo San Pablo), que comprende 4 encuentros de luchadores de distinta experiencia y 1 evento estelar encabezado por nuevos valores de la lucha que se han convertido en verdaderos ídolos populares. El camino a la entrada de la arena se plaga de comentarios como “Místico es el luchador del siglo”, “¿Viste la del Hijo del Santo hace quince días?” o bien, empujones y gritos causados por la desesperación de que abran las puertas del paraíso cuadrangular. La voz del animoso locutor, los vendedores de frituras, el poco espacio entre los asientos en el área general y la caída de los luchadores en el área numerada han forjado parte del recuerdo de la sociedad queretana de varias generaciones. Méndez, un espectador con el que pude compartir el ánimo de la lucha, señala: “Yo traigo a mis hijos porque es un espectáculo muy barato, familiar y además, porque es un deporte”. Y lo es, innegablemente, pues basta pensar en rigurosos entrenamientos diarios y en la emoción de las gradas.La lucha libre es más que “dos a tres caídas”, es una facción de la tradición nacional y de la cultura popular. Orgullo mexicano y fuente de identificación para chicos y grandes, constituye una experiencia única e inolvidable que invita a desempolvar la máscara de la gaveta y volver alguna otra noche.

*Eloy Caloca Lafont estudia Relaciones Internacionales en el ITESM CQ. Email: A00 A00885528 @itesm.mx

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