18 diciembre 2008

Ruffo, un navegante de las emociones

Semblanza a un clown por Elizabeth Campos

Fotografías de Lilia Malagón

  • A sus 35 años, el Ruffo se siente vivo, siente que está en su mejor momento y se considera una persona feliz.
  • Él cree que " no hay nada  que no  se  pueda  solucionar  con un buen abrazo  y con una buena  sonrisa" y por eso al final del día una sonrisa le hace sentir que todo lo que él hace ya valió la pena.
  • Yo nazco en una familia medianamente pobre y la necesidad te hace hacer cosas. No precisamente estoy en la calle por necesidad… a lo mejor por necesidad de figurar y hacer mis cosas pero más que por necesidad económica,  tal vez en principio un poco por eso pero después se van convirtiendo en un arte, en un oficio, que definitivamente si viviéramos de esto, viviríamos muy mal.

Arturo hace Teatro de Calle y aunque la gente lo denomina de mil maneras, asegura que “todos están bien porque es ahí donde empieza el teatro callejero, desde un merolico que vende las yerbitas, el cómo te las expone y vende es una teatralidad compleja”.

Con doce años en la ciudad de Querétaro ha sabido mantenerse en el gusto de un público muy exigente, el de la calle. Nacido en el Distrito Federal, proveniente de una familia poco estable “somos una familia muy errante. A mi mamá le gustaba tener casas en diferentes lados”, decidió establecerse en esta ciudad porque sentía “necesidad de pisar tierra, de detenerme en algún lugar”.

Se inició a los quince años de edad en la Cd. de México con grandes amigos que se dedicaban a lo mismo, pero fue la ciudad de Querétaro la que lo atrapó. “mírala nada más, ¡es preciosa!” Además aquí conoció a su esposa con quien lleva 10 años de casado.

En su niñez, comenta que siempre fue muy retraído, en parte lo atribuye a esa vida errante que llevó. Por ello no tuvo apego por ningún lugar, ni por las personas. La relación con sus hermanos siempre ha sido de cordialidad, pero a la fecha los frecuenta muy poco porque siente que no sabe de qué conversar, dice que él no es gente “común” como ellos. Sin embargo, empieza a estudiar danza por influencia de su hermano, quien es bailarín. Sólo lo hizo por seguir un ejemplo porque “de chico no tenía ni idea de lo que quería ser. Realmente nunca pensé en llegar a hacer espectáculos y menos en la calle”.

Él utiliza la calle para experimentar “La calle nos da las tablas para poder presentarte en cualquier escenario. Aquí la gente de la calle es cruda, te dice: Tu espectáculo me aburre o ni te lo dice, simplemente se asoma y se va. Si un actor de teatro viene y se para acá en la calle, simple y sencillamente la gente se va. Tienes que tener esa magia para atraparlos  y esto de la calle te da esa magia”, afirma convencido.

En definitiva Arturo es un profesional de su trabajo, le dedica todo el día: “Yo creo que ahí es las 24 horas, vivimos para eso, te digo siempre estamos pensando en cómo hacer nuevas rutinas”. Al ser él una persona que entretiene a la gente, surge la interrogante de cómo se divierte él: “esa es mi diversión, mi mundo está ahí”. Corrige un poco y comenta que también le gusta hacer algunas otras cosas: “aunque claro, fuera de aquí pues me gusta escuchar música, no me gusta leer mucho, lo necesario la verdad. Lo que mi trabajo me va pidiendo. Ahorita estoy leyendo un libro que se llama El clown, un navegante de las emociones de Jesús Jare, un español amigo nuestro”.

A pesar de la crudeza de su profesión, de su sonrisa teatral, de su  pantomima liberadora, de su danza vanidosa, de sus silencios relajantes, El Ruffo es una persona con los principios de libertad, verdad y amor. Pero, en este mundo que es una teatralidad, en el que digamos estamos “castrados” sentimentalmente, sedados en ese sentido, él lo vive diferente y nos quiere maravillar, devolvernos ese ideal. Tal vez no se ha dado cuenta, pero mediante cada uno de sus actos expresa esa intención de estar cerca de la gente en su soledad, divertir en su tristeza o en su coraje, ser extrovertido en su timidez y romper paradigmas, porque aunque sea algo que le causa melancolía y lo aísla de los “comunes”, finalmente lo que persigue es una meta creativa, innovadora, demasiado impulsiva, hasta inmadura e incomprendida quizá en algunos puntos y a la vez nos logra maravillar con su visión aunque sea por unos breves minutos en sus actos. Creo que el teatro de la calle le da esa flexibilidad.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

apestas brou

Anónimo dijo...

Si el exito de los demas es incomodo para mucha jente , pero ese no es mi problema mi prioridad es divertirte , si no lo logro pues alo que sige , ahy muuuchas mas formas de ver linda la vida exito anonimo soy ruffo

Anónimo dijo...

:0)

Unknown dijo...

Me parece viable y justo un reto la expresión teatral de la calle. En lo que no estoy de acuerdo es en los estereotipos y las etiquetas. Un actor de teatro tiene su propia magia y puede cautivar en el espacio que sea, al igual q un clown de calle, puede ir al teatro y hacer magia (al menos eso creo)... No creo que la misma magia tenga lugares exclusivos... Habría que cuidar la ortografía, ya que cualquier persona que se acerque al fenómeno artístico, sea en el Palacio de Bellas Artes o en la Plaza Pública, tiene que ser alguien sensible a todas las manifestaciones de la belleza artítico-humana, incluyendo la literatura. Todo aquel que lee no tiene faltas de ortografía... De ahí en fuera, lo felicito por su labor, que tiene entre otras cosas una responsabilidad grande con la sociedad. El arte urbano es para muchos, el primer contacto que se tiene con las bellas artes, de ahí que se tiene que llevar a cabo con ética, magia y sobretodo, con la trascendencia que ello implica... Buen Día, caballero