26 marzo 2009

Muñeca de porcelana

Por Daniel Álvarez Gorozpe

La cena fue un éxito, el mundo quedó liberado de todo mal.

Confieso que mis aportaciones a la causa fueron modestas (por no decir ausentes), y no por falta de ideas, sino que nunca he sido buen malabarista: tenía hambre, estaba rodeado de mentes brillantes, bocas abiertas, manos veloces y tenedores diplomáticos que apenas rozaban la carne para volver a picar en el aire argumentos infalibles sobre la crisis, las extorsión, el frío y los pobres.

Pastel con café, despedida cordial. Llegué a mi casa. El sabor de la carne volvía a mi boca una y otra vez. Entró la crisis: vista nublada; amenaza de extorsión: salud de vuelta a cambio de tus opiniones; el frío sudor por todo el cuerpo; los pobres intestinos que se quedarían sin cenar nuevamente por mi modestia (estoicismo desnutrido). Sin mejor remedio corrí al baño, cerré la puerta y la besé.

No hay comentarios.: