26 marzo 2009

Desde el banco

Por Daniel Álvarez Gorozpe

Ni siquiera cuando era niño me satisfacía permanecer sentado durante un encuentro de futbol (siendo yo parte elemental del equipo), o aceptar las normas de clase que ideó la maestra a espaldas de la directora (o ambas a espaldas de los alumnos). Y digo satisfacía con toda la intención de contrastar claramente la inconsciencia de la ambición infantil (intensa e inmediata) frente al desdén adulto (intenso e inmediato): ambos ignoran sus repercusiones temporales y premian la inmediatez de la circunstancia: yo necesito hoy tu silencio.

Actualmente, menos niño, más infantil, menos adulto y más apático, no he dejado de permanecer fuera del campo de juego (con esporádicas intervenciones), discutir normas y cumplirlas también esporádicamente. En pocas palabras, he aprendido el arte de estar sin estar, de caminar en auto. Por lo que puedo asegurar que fuera de los vicios de cabecera, soy un estupendo atleta, y lejos de los valores únicos e intransferibles, comparto el más silencioso… Observa.

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