07 mayo 2007

Entrevista con Pablo, un niño de la calle


Foto: Especial

Cuántas cosas esconden las personas que trabajan en la calle, cómo es su vida, y sobre todo, qué sienten cuando trabajan.

Por Maricel Pérez*

Más conocido como “Pablito”, este pequeño se levanta a las 6 a.m. y alista todos sus útiles. Camina muchas cuadras y en la calle de Corregidora, esquina con Universidad, deja todos sus herramientas de trabajo; cierra los ojos, ora y le pide a Dios “que me vaya bien hoy Diosito, no quiero quedarme sin un peso esta noche”.

Sin saber matemáticas, pues no recibió educación alguna, sabe que tiene menos de un minuto (lo que dura el semáforo en cambiar de rojo a verde) para lavar los vidrios de los carros que pasan por esa calle. A él no le gusta mendigar, pues pedir limosna, “es como robar, pero decentemente” afirma. “El agua la tengo que sacar de una manguera donde riegan las plantas” comenta; e inmediatamente la vierte en el balde que le tiene que durar hasta la noche porque la señora que le presta el agua le cobra si pide más.

La esperanza de este niño se enciende como el semáforo que ahora está en rojo, pero le dura tan poco, como el tiempo que dura el semáforo cuando está en verde. En pocos minutos, empieza a limpiar los vidrios de los carros, muchas veces le pitan o le echan el carro atrás (casi a punto de atropellarlo) para que no lo limpie, le suben la ventana y los conductores le miran su tristeza y su agonía al rogarle que den una moneda para que pueda comer por la noche.

Ya se acerca la noche, y Pablito sólo recibe $20 pesos, que seguramente es muy poco para los lectores; pero él dice que “me sirve para comprar una coca y unos tacos o unas papas de paquete en la tiendita de camino a casa; lo que me sobre se lo doy a mi mamá que trabaja aquí cerca en otra esquina”

Cuántas veces llegamos agotados del trabajo o vemos a nuestros familiares que llegan muy cansados, a veces de mal genio y otras veces silenciosos después de una larga jornada; en cambio, éste pequeño siempre tiene un ánimo gigante, una esperanza diaria y sobre todo, un empuje a hacer las cosas que varios adultos en otras situaciones no lo harían. Su audacia me deja impresionada, me llena de energía saber que existe gente como él, y que nadie le preste aunque sea cinco minutos para conocerlo.

Así puede ser la situación de varios niños que trabajan en diferentes calles de las ciudades mexicanas; unos pueden sufrir más que Pablito, otros menos que él. Lo que yo pueda decir sólo es un pedazo de lo que viven los que jamás son escuchados, los que gracias a un poca cantidad de pesos son auxiliados para sobrevivir; pero muchos no nos damos cuenta de su sufrimiento, de la realidad que viven aquellos seres, una realidad que parece ser distante a la nuestra, sin embargo, habrá que darse cuenta de que hasta que no nos preocupemos por escuchar a los demás; y por romper esa indiferencia hacia los otros; la situación de nuestro México no mejorará jamás.

*Maricel Pérez estudia la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en el ITESM CQ. Email: A00885720@itesm.mx

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hubieras puesto si el tenia papa o cuantos años tiene

Anónimo dijo...

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