07 octubre 2006

‘Naufragio’ en Querétaro

» Inundaciones de hasta 60 centímetros de altura El 1 de octubre las lluvias en la capital de Querétaro y su zona conurbada desbordaron el río El Pueblito.

Foto: Gerardo Flores

En el último mes, fuertes lluvias han afectado la vida de los habitantes de Querétaro.

Maricel Pérez Vigueras*
Crónica

En punto de las 9 p.m. del viernes 1 de septiembre, sonó mi teléfono celular. Era mi amiga Rocío, quien llamaba para decir que por esa noche no podría salir, y yo tendría que ir sola a la fiesta. A base de alegatos y alguno que otro argumento racional, logré convencer a Rocío que me acompañara, aunque fuera ‘por un rato’.
Tomé las llaves de mi automóvil y salí a toda prisa por ella, no sin antes percatarme de los fuertes relámpagos que azotaban el cielo. Supuse que habría una tormenta; sin embargo, pensé “qué importa que llueva, con las nuevas obras urbanas que ha realizado nuestro Ayuntamiento, seguro que las calles ya no se convierten en ríos”. Encendí el motor y arranqué con esa certeza.
Llegué a la calle Jesús Oviedo, en donde se encuentra ubicada la casa de mi amiga; me estacioné con toda precaución frente a su reja, bajé del coche y toqué la puerta; aún no estaba lista y me pidió cinco minutos, así que volví a mi automóvil a esperarla.
Cuando los cinco minutos se convirtieron en veinte, el cielo se estremeció; se oyó un relámpago fuerte y comenzó a caer una tromba. Yo me sentía segura dentro de mi auto y no me preocupé más que de subirle el volumen a la música y tocar el claxon para apurar a mi amiga. Rocío salió después de un rato y al abrir la puerta del copiloto, noté que el agua había alcanzado un nivel considerable; sin embargo, aún no era alarmante. Eché a andar el motor y emprendimos nuestro camino a la fiesta.
La tromba, en lugar de cesar, se intensificó en cuestión de minutos, y al dar la vuelta hacia Epigmenio González, nos vimos envueltas en una verdadera corriente pluvial que asemejaba un río. Los autos delante de nosotros se iban parando, daban la vuelta en su eje y el pánico comenzó.
Tomé la decisión de seguir adelante por la calle hasta que el agua alcanzó tal nivel que mi amiga se encontraba subida en el asiento y con el piso inundado. Detuve la ‘lancha’ –el auto se había convertido en ello– y decidimos salir del vehículo antes de que la corriente nos arrastrase.
Miramos a nuestro alrededor, había autos varados, gente empapada, y por si fuera poco, los camiones del transporte público, con ese tremendo sentido de consideración y solidaridad que los caracteriza, pasaban a toda velocidad, provocando olas que mecían y salpicaban a los demás automóviles y peatones.
Rocío y yo nadamos fuera de la calle inundada, en medio de basura, ramas, pedazos de concreto, animales muertos y demás artefactos flotantes que viajaban por la calle, para refugiarnos dentro de las instalaciones de la universidad particular que se encuentra sobre esa avenida y que al parecer no habían sufrido el daño de la lluvia.
La noche siguió avanzando y nosotras mirando llover. Paradas en la banqueta, mojadas hasta los huesos, ahora sí, ¡qué buena fiesta resultó! El auto seguía ahí, frente a nosotras, a mitad de la calle y meciéndose al ritmo de las olas que de cuando en cuando rompían con la tranquilidad de lo que ya parecía un lago inmenso.
Por mi pensamiento pasaban infinidad de ideas, desde la pérdida material, el miedo que sentimos, y la admiración por el poder de la naturaleza; pero, sobre todo, no dejaba de pensar: “¿Qué pasó con las obras urbanas realizadas en las que yo confiaba?, se supone que esta vez funcionaría, qué decepción”.
Entrada la madrugada dejó de llover. Volvimos a divisar la calle, que estaba tan empapada y maltratada como todas las personas que habíamos estando esperando la calma esa noche. Con cansancio, Rocío y yo, saltamos a la calle, y junto a otras veinte personas, comenzamos a revisar, entre lodo, ratas y ramas, los vestigios de lo que fue un automóvil.

* Maricel Pérez Vigueras estudia Ciencias de la Comunicación en el ITESM CQ. Email:A00885720@itesm.mx

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me comentaron que la presa del batan tuvo problemas en la cortina y por eso libero tanta agua al rio El Pueblito, esa fue una de las razones y otra es que unas personas por miedo a que sus casas llegara el agua decidieron "TAPAR" unos drenes para que el agua se quedara en Piramides, y así no pasara a sus casas, cuando debieron dejar que corriera y no se acumulara tanto

Anónimo dijo...

Es refrescante encontrar en Sinergia otros géneros periodísticos distintos al artículo de opinión. La crónica de Maricel me parece bien lograda, auque a nivel editorial no considero adecuado usar para ilustrarla una fotografía que corresponde a una indundación distinta a la referida en el texto. Aclaro que no he podido leer la versión impresa de la página.

Anónimo dijo...

El texto de Marisel me parece bien escrito. Para ser una crónica considero que habría que desarrollar un estilo más original o buscarle un enfoque más interesante al lo que se presenta, y así, darle mayor interés periodístico. Al final no logro saber si le afectó "revisar (...) los vestigios de lo que fue un automóvil".