La forma tangible de esta escena bíblica son los nacimientos que se colocan en algunos hogares, la esencia es representar la adoración.
Foto: Pamela Rincón
Por Pamela Rincón*
Melchor, Gaspar y Baltasar son conocidos por la gran historia religiosa de la adoración. La Virgen María, a punto de dar a luz al Hijo de Dios, pidió posada durante nueve días y el 25 de diciembre nació, para los cristianos, el niño Jesús. Este bonito cuento mueve a millones de familias cristianas en el mundo.
La puesta del pesebre la introdujeron los frailes durante la colonización y evangelización ibérica. Los orígenes se remontan al siglo XIII gracias a San Francisco de Asís. Se dice que en el año de 1223, durante sus predicaciones, fue sorprendido por el crudo y frío invierno, el cual lo obligó a refugiarse en la ermita de Greccio, Italia. Mientras oraba rodeado de aquella paz y meditaba el evangelio de San Lucas, tuvo la inspiración de reproducir el maravilloso y mágico misterio del nacimiento de aquel hombre que vino a vencer las tinieblas. Construyó una casita de paja simulando un portal, puso un pesebre en su interior, trajo un buey y un asno e invitó a un pequeño grupo de campesinos que vivían por ahí para imitar la escena de la adoración de los pastores.
La idea se propagó por toda la Europa católica y al resto del mundo. A finales del siglo XV, se reprodujeron en figuras de barro a los actores del pasaje bíblico. La tradición tuvo tanto arraigo que con el tiempo creó un motivo artesanal y artístico religioso. Cada pueblo ha incorporado variantes de acuerdo a sus creencias y necesidades.
En Querétaro, la Sra. Norma Padilla, construye año tras año un nacimiento de aproximadamente doscientas figuras. Lleva veintiocho años con esta tradición familiar. Antes lo instalaba en su casa situada en Mansiones del Valle, y desde hace cuatro años, debido a la anexión de nuevas figuras, lo coloca en una casa de campo ubicada en Santa Rosa de Jáuregui.
El nacimiento cuenta con los elementos principales: San José, la Virgen, los Reyes Magos, y por supuesto, el Niño Dios. Más adelante, a su alrededor y en niveles hay diversos “campamentos,” como su dueña los llama, de personas que se asentaron para esperar la venida e ir a adorar. Su creadora afirmó: “son distintos personajes que vienen a servir al Señor. Yo me enfoco en la escena principal…en la adoración.”
Las imágenes se quitan alrededor del 15 de enero. La casa se llena de calor navideño al revivir cada día la semiótica de la Navidad que, para muchos pasa por la mera rutina anual.
Los nacimientos son la parte visible de la Navidad. Es recordar la natividad del hombre que, para los creyentes, dio la vida por nosotros. Cada figura tiene un significado especial y en conjunto se forma un pesebre capaz de reunir familias, recordar momentos, renovar espíritus y de sensibilizar corazones.
*Pamela Rincón estudia Ciencias de la Comunicación en el ITESM CQ. Email: A00881898@itesm.mx
18 diciembre 2006
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